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jueves, 11 de febrero de 2016

J Manny - Soy Afortunado



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Fin De Semana - Edwin El Maestro

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J Balvin Es Entrevistado Por Marlon Bishop Para La Revista The Fader



La dignidad no es negociable.
En la medida en que J Balvin se corona como el nuevo líder campeón del reggaetón, empieza a sentir la necesidad de crear respeto para todos.
Minutos antes de que el show de comience, una van se detiene rechinando las llantas. De su interior sale José Osorio Balvin, la mayor estrella del reggaetón, quien caminando lentamente se dirige rumbo al estadio. Dentro del estadio resuenan los tarareos y se escucha el parloteo ansioso del público. El personal del lugar lo observa con admiración. “Snapchat Time”, dice Balvin.
Mientras camina a través de una serie de pasillos, Balvin va filmando todo en su teléfono hasta llegar a un vestidor hecho de concreto, donde el equipo de sonido se apresura a prepararlo para el show. “Cinco minutos”, advierte Fabio Acosta, uno de sus directivos, mientras pasa por allí. Balvin se reúne con su banda y el equipo de escenario para orar antes del show. Conducida por un bailarín afrocolombiano llamado Yoel Matute, la oración va algo así: “Gracias Dios por darnos el talento de José y por el talento de todos nuestros músicos y bailarines. Danos fuerza, Dios, para realizar bien esta noche”.
Balvin debería haber estado aquí hace más de una hora, pero su entrenadora de salud de tiempo completo, Estefanía Borges, estaba teniendo dificultad tratando de encontrar una pechuga de pollo a la plancha y verduras. Ella lo mantiene bajo una dieta estricta, y es especialmente importante que coma sano cuando trabaja mucho, como ahora. Han sido unas intensas semanas de grabación y gira, y para un hombre universalmente considerado como muy guapo, esta noche J Balvin se ve como mierda.
A medida que la banda sube al escenario, él se queda tras bambalinas. Ellos empiezan a tocar, con un sintetizador pizzicato, su más reciente éxito, “Ginza”, el cual se ha mantenido en la posición No. 1 en laslistas Latinas de EE.UU. por más de 20 semanas. En YouTube, “Ginza” cuenta con 390 millones de visitas al igual que “Hotline Bling” de Drake y “I can’t feel my face” de The Weeknd. Este tema también ha sido el No. 1 en España, México y Colombia, y llegó al No. 2 en Rumania.
A medida que permanece entre las sombras, es difícil imaginar a Balvin tomando el escenario. Sin embargo, como poseído por un ser totalmente diferente, él camina hacia la tarima. El percusionista empieza a tocar al ritmo del Dembow y Balvin comienza a cantar: Si Tu Quieres reggaetón Dale / Sigue Bailando mami no pare. El estadio entero está repleto con gritos de fans. Cuando termina la canción, Balvin cierra los ojos. Me pregunto si él está a punto de perder el conocimiento.


J Balvin nació en Medellín, una metrópolis vibrante en las colinas del centro de Colombia. Es conocido a nivel mundial como el centro del antiguo imperio de tráfico de cocaína de Pablo Escobar y dentro de Colombia como la capital industrial de la nación. Pero el show de esta noche está muy lejos de allí: estamos cerca de 6.500 kilómetros de distancia, en el extremo opuesto de América del Sur, enComodoro Rivadavia, una ciudad de provincias localizada en medio de la Patagonia argentina. Comodoro es lo más cercano que cualquiera en el mundo puede llegar de la Antártida y aún así estar en una ciudad con 100.000 habitantes en ella. El verano da comienzo acá en diciembre, pero todavía hay un frío persistente en el aire. La gente asegura que nunca se va del todo. La mayoría de la audiencia lleva puestos abrigos a pesar de que están adentro. De repente uno de los fanáticos lanza al escenario un gorro de lana. Casi se le podría llamar a este lugar el confín de la tierra —o al menos, uno de los últimos rincones del mundo.
El estilo de la música J Balvin viene de muy cerca de su hogar. Las raíces del reggaetón están en Panamá, donde en la década de 1980 los jóvenes comenzaron a re-grabar canciones populares del dancehall de Jamaica en español, y con el tiempo comenzaron a hacer temas originales inspirados en lo que estaba ocurriendo en la isla. Al igual que el hip-hop, el estilo comenzó como un movimiento juvenil subterráneo, negro. El Reggae en español, como se le conocía entonces, saltó a Nueva York y luego a Puerto Rico. Allí, en los años 90, se mezcló con el hip-hop para convertirse en el reggaetón que conocemos hoy en día, con su ritmo dembow y voces de rap.
Los ejecutivos discográficos en las divisiones latinas de las más grandes disqueras rápidamente vieron la oportunidad de replicar la trayectoria del hip-hop: tomar algo nuevo y popular proveniente del barrio, y venderlo en una escala masiva. Se fueron a Puerto Rico y contrataron a muchos de los jóvenes artistas que eran populares en la calle. En 2004, el reggaetón tuvo su primer éxito internacional con “Gasolina” de Daddy Yankee, y el estilo rápidamente llegó a dominar los mercados latinos del Caribe y EE.UU. Otras estrellas puertorriqueñas le siguieron: Don Omar, Tego Calderón, Wisin y Yandel. Pero el reggaetón comenzó a estancarse en 2010 por la falta de nuevas voces y nuevas ideas. Así que las estrellas del género comenzaron a replicar el estilo uptempo, dance-pop de Pitbull con el fin de hacer hits.

J Balvin es parte de una nueva generación. Su reggaetón es más suave, más relajado y más en línea con lo que está pasando en el pop y hip-hop actual. (Los críticos también podrían decir que su estilo es más diluido.) Mientras que Daddy Yankee sonaba como si estuviese casi gritando, Balvin canta sus líneas con más sutilidad. En lugar de los sonidos fuertes, y ritmos intensos de la primera ola, las pistas de Balvin están llenas de sentimiento y poseen más fragilidad. Y en lugar de las gafas de aviador y gorras, Balvin se pone un sombrero de vaquero ancho y se viste con streetwear de alta calidad recién salida de las pasarelas de diseñadores como Guillermo Andrade. (Balvin llama a la moda “la pasión de su vida, en el mismo nivel que la música”).
En cierto modo, a Balvin se le podría llamar la respuesta del reggaetón a Drake o Kanye West. Un reggaetónero que se viste bien, escribe sobre las relaciones, y no tiene miedo de ser un poco vulnerable, tanto dentro como fuera. Con Balvin en la delantera, el centro de gravedad del reggaetón se ha desplazado a Medellín, el hogar de una nueva generación de estrellas, incluyendo a Maluma y Raycon. Muchos artistas puertorriqueños, como Nicky Jam y Alberto Stylee, se han mudado o están pasando más tiempo allí para ser parte del momento.
No ha habido otra canción tan grande como “Gasolina”, pero la nueva generación ha hecho algo posiblemente más poderoso: han establecido al reggaetón como parte importante de la cultura pop en el mundo de habla hispana. Si bien el género una vez fue conocido como de música de fiesta tropicalurbana, ahora se encuentra en esta sala de conciertos fría en el extremo sur de Argentina, el lugar menos tropical que cualquiera se pueda imaginar. Si Balvin es Drake, es como si Drake cantara en un espectáculo lleno de gente blanca en Wyoming. La diferencia es que Drake nunca ha estado de gira en Wyoming.

Balvin se levanta de su cama del hotel, se sienta en una mesa cuadrada, y se sirve una taza de café negro. Estaba tratando de tomar una siesta, pero estaba demasiado agotado para conciliar el sueño y no podía conseguir que su mente se despejara. Fuera de su ventana, hay una vista del Atlántico Sur helado que da vueltas a los bordes de la ciudad.
Balvin tiene la apariencia de una estrella del pop, con ojos cálidos y una sonrisa explosiva que a menudo emplea. Él tiene 30 años pero se ve más joven, no sólo debido a sus características de muchacho, sino que por la enorme cantidad de tiempo que pasa pegado a su teléfono. Aparte de tener la presión de entretener a sus decenas de millones de seguidores, él maneja todas sus redes sociales por sí mismo, las cuales sirven como una corriente casi constante de pensamientos y selfies– con pucheros, poses sensuales, sin camisa, y muchas veces las tres cosas a la vez.
“Creo que lo que la industria hizo tiempo atrás fue crear súper estrellas pero les quitó la parte humana, entonces nah, yo prefiero ser más humano” dice Balvin. “Y cuando haces que tus fans se sientan más cerca de ti y que eres igual a ellos, son más entendibles y te juzgan menos cuando te equivocas. Y además, cuando veo qué recibe más likes y qué no me permite mi propio estudio de mercado”.
Él saca una publicación de Instagram con los resultados de los charts para un remix de “Ginza”, con seis leyendas reggaetón tanto de las nuevas y viejas escuelas, incluyendo Daddy Yankee y Yandel. Publicó la pista esta mañana. “Ya somos el número uno en siete países”, dice. “Colombia, Ecuador, Perú, Costa Rica …”, nombrando cada conquista con amor.
Balvin está muy emocionado por el remix, pero lo que realmente lo tiene entusiasmado en este momento es su reciente sesión de escritura con Poo Bear, compositor de toda la vida de Justin Bieber. Pasaron cuatro días grabando demos para el próximo disco de Balvin, titulado Ninja, el cual será lanzado a finales de este año.
“Fue increíble. Me encontré con él en Medellín para hacer música y crear reggaetón a otro nivel con una de las personas más influyentes a nivel mundial de la música en la actualidad. Estamos rompiendo todas las barreras y todas esas limitaciones del mercado que decían ‘no puedes’. Por eso digo que el medio mío es la música pero el fin es motivar la gente a que sueñe”.
“Quiero que los grandes de la música acepten a los artistas latinos como iguales, sin tener que cantar en Inglés. Quiero que Rihanna conteste mi llamada telefónica.”
A menudo él habla de esta forma, en el idioma de la autoayuda. Su Snapchat está lleno de consejos de sabiduría personal. Mientras está viendo una puesta de sol en un spa en las Maldivas: “Hoy aprendí que el secreto de conquistar el miedo es siempre vivir en el presente”. Durante un desayuno de bayas y yogur: “Me siento agradecido por este desayuno, porque hay muchas personas que no pueden desayunar.” (Él es un gran fan del Snapchat de DJ Khaled, por cierto.) Una y otra vez, le dice a sus seguidores a soñar en grande, que cualquier cosa será posible si están dispuestos a luchar por ello. Como prueba de esta teoría, se ofrece a sí mismo.
Balvin cuenta su propia historia como un clásico cuento de alguien que lleva las de perder. Un colombiano que consiguió el éxito en un género musical puertorriqueño, contra toda lógica. Y es cierto que no es como la mayoría de las estrellas del reggaetón que vinieron antes que él. Se crió en una casa grande en las colinas alrededor de Medellín, lejos de los proyectos de vivienda de Puerto Rico. Su padre era un economista y negociante. Al igual que muchos adolescentes adinerados en Colombia, a Balvin no le importaba mucho la música latina, más bien estaba interesado en la música rock en Inglés. (Es una afición que todavía lleva: él tiene un tatuaje del logo de la lengua sonriente de Nirvana en su pierna derecha, y con frecuencia se pone camisetas de Metallica).
Con el tiempo, el negocio de su padre quebró, dice Balvin. Ellos perdieron su casa y el coche, y su familia tuvo que mudarse a un barrio más modesto. “Por eso me siento como un camaleón. Porque a veces voy pal del barrio y me pueden ver como el rico pero voy y comparto con el rico y me ven como el del ghetto. Percepciones. Me gusta pasarlo así, de un lado al otro. Me siento igual de cómodo en ambos mundos”.
Balvin no obtuvo su interés en el hip-hop en Colombia sino en los EE.UU., donde se fue a vivir a los 17 años como estudiante de intercambio en Oklahoma. Después del programa, decidió pasar algún tiempo en Nueva York, viviendo con una tía en Staten Island y trabajando como un andador de perros y pintando casas. Recuerda el impacto que le causó caminar por la ciudad y ver a Jay Z y Puffy en las carteleras. “Vi la forma en que la cultura del hip hop influía en la sociedad, en la economía, y en el mercado—Música, entretenimiento en general, moda.—Yo dije, ‘wah’. No sólo es la música lo que me atrae sino el negocio en general”.

El aspecto económico de la música era tan atractivo para Balvin que cuando regresó a Colombia a los 19 años y comenzó a trabajar para convertirse en un artista, se llamó a sí mismo J Balvin “El Negocio”. Luego se dedicó a tratar de convertir el apodo en una realidad.
“A J lo conocí improvisando, Freestyle, y no me cayó bien porque lo veía como un poco creído”, recuerda David Rivera Mazo. Mazo es DJ, compañero de negocios y amigo cercano de J y va casi a todos lados con él. “Pero vi que tenía mucho talento, entonces allí fue como cuando empezamos a hablar. El gusto de la música, los sueños y toda la cosa y ya en un momento al otro decidimos hacer un proyecto juntos”.
En 2004, cuando “Gasolina” salió por primera vez, el reggaetón no era tan popular en Colombia como lo es hoy, pero un movimiento comenzaba a tomar forma en Medellín, y Balvin y Mazo se aprovecharon de esto. “Durante 10 años yo era mi propia disquera, mi propio promotor, mi propio relacionista público” dijo Balvin. “Al principio prestamos plata para hacer cds”. Sus primeras canciones eran básicamente pobres imitaciones de reggaetón comercial de Puerto Rico, pero pronto desarrolló su propio estilo y ​​para el 2009 Balvin estaba creando éxitos nacionales en Colombia. En 2012, consiguió su primer gran éxito internacional con su himno a las relaciones de una noche, “Yo te lo dije,” y un año más tarde recibió un contrato de 360 universal Capitol Latin. Los logros se aceleraron: en 2013 obtuvo su primer hit número 1 en las listas latinas de EE.UU. con “6 AM”; en 2014 “Ay Vamos” se vendió aún más; y en 2015, Balvin se llevó a casa el premio al Mejor Artista Urbano en el Latin Grammys.
No se puede ignorar que, en Colombia, Balvin parece un blanquito. Su piel blanca y pelo semi-ondulado le hacen verse como blanco. El racismo es muy diferente en América Latina, pero no es menos insidioso. Mientras que la mayoría de las personas se consideran a sí mismos en un espectro racial, en lugar de dividirse entre negros o blancos, las personas de piel clara tienden a controlar el poder económico y político, y están sobrerrepresentados en el mundo del entretenimiento. Es por eso que, a pesar de que el reggaetón fue inventado por panameños de raza negra e inspirado por la música jamaicana negra, muy pocos artistas negros han logrado el éxito comercial en este género (con Tego Calderón como una brillante excepción). Los mercados latinos, especialmente en los países más al sur con las poblaciones afro-latinas más pequeñas, simplemente tienden a favorecer injustamente a chicos que se parecen a Balvin.
Además de ser notoriamente “colorista”, el público de América Central y del Sur también tienden a ser más conservadores con qué temas son aceptables para la radio. Para conquistar la radio en Colombia y llevar el reggaetón a países más conservadores como México o Argentina, Balvin tuvo que suavizar sus letras de manera estratégica. “Queríamos crear música que una abuela pudiera escuchar en la radio pero que fuera suficientemente sensual para tener éxito en la calle” explica Mazo. Es un baile complicado, pero lo hacen bien: J Balvin no es un chico malo, él es un buen tipo con un lado travieso lleno de buenas intenciones.
En el escenario, desde luego es un poco más de lo segundo, paseando alrededor y haciendo una pausa de vez en cuando para perrear con una pareja de baile imaginaria. “Me dicen,” le dice a la multitud en Comodoro “que no tengo dónde pasar la noche. ¿En la casa de quién me puedo quedar?” El público, quien está formado de mujeres entre los 10 y 20 años en su mayoría, con un poco de jóvenes gay, dejan escapar un suspiro colectivo. Al salir del escenario, veo a algunos fans llorando.
Después del espectáculo, Balvin y su equipo se van directamente a dormir en preparación para un vuelo temprano a Buenos Aires, donde se estará presentando la noche siguiente. Unas pocas decenas de aficionados esperan en vano por él fuera del hotel. “Es el padre de mis hijos, ya lo sé. Lo amo lo amo lo amo. Algunos cantantes son tan odiosos. Él es diferente”, dice Beatriz Torres de 25 años. Ella y su hermana viajaron desde Salta, en el norte de Argentina, lo cual les llevó más de cinco horas de vuelo, sólo para ir al concierto. Ella bromea sobre el grosor de las paredes del hotel para entrar en su habitación. “Me encanta tanto,” dice ella. “Es diferente de otros cantantes”.

A la mañana siguiente, Balvin y su séquito esperan por su vuelo en una pequeña cafetería del aeropuerto de Comodoro. Camareras con exceso de trabajo vierten cafés de una máquina de expresso antigua mientras los viajeros esperan al avión que los transportará lejos de la Patagonia. Con su ropa de diseñador y los brazos llenos de tatuajes, la tripulación de Balvin parece haber sido creada en otro planeta mucho más atractivo. De vez en cuando, un adolescente se acerca y le pregunta con timidez por una foto. Balvin siempre se deja fotografiar.
En un oído, Balvin está escuchando un demo de una pista que creó con Poo Bear. No hay nada confirmado, pero la esperanza es conseguir que Justin Bieber cante en español. Balvin me pasa uno de los audífonos y me pregunta lo que pienso. Es una canción pop con voces arrulladoras y que suelta el bajo de reggaetón pesado después del coro. Me recuerda mucho a “Sorry” de Bieber, talvez demasiado. Le digo que está buena.
“Viste Fabio, a la gente le gustaba la canción”, Balvin le dice su manager. Fabio es de unos 40 años, un agente veterano de la industria en Colombia con un fondo en el heavy metal y una larga hoja de vida creando éxitos nacionales. De alguna manera se las arregla para mirar siempre muy serio y muy relajado al mismo tiempo. Él y Balvin discuten constantemente, como si fueran familia. Balvin vuelve hacia mí y se queja, “Fabio piensa que no es una canción de la radio”.
“No está terminada todavía”, dice Fabio, reclinándose en su silla con confianza, mientras que su chamarra de cuero de Guns N ‘Roses se le amontona en los hombros. “La forma en que está en este momento, no va a ser tocada en la radio, estoy seguro. El impacto en los medios será grande, pero se necesita la radio también.”
El temperamento de Balvin comienza a empeorar. Él lanza sus brazos al aire y empieza a causar más conmoción. “Por favor Fabio, esto es J Balvin con Justin Bieber, no es Pepito Pérez con Pepito Pérez, huevón. Sí es un hit”.
Fabio mantiene una cara seria. “No es un hit, todavía. Necesito escuchar la versión final. Cuando lo termines, hablamos”.
Balvin salta de su asiento y pone su mano delante la cara de Fabio. Está casi gritando ahora, atrayendo la atención de mesas cercanas y miradas serias de su tripulación. Por primera vez en mis dos días con él, veo a alguien que no es el humilde y divertido personaje que el usualmente aparenta ser. Veo fuego. Veo a alguien que no puede soportar que le digan que no puede hacer algo, que hay alguna parte de su música que no funciona.
“Hagamos una apuesta. Te apuesto un Lamborghini Hurracán, que vale $250,000. ¿Ok? Sí es un hit, Fabio. Nosotros hacemos la tendencia en la radio ahora. La radio pone lo que nosotros hacemos”.
No puedo descifrar si está bromeando acerca de la apuesta. Él no suena como él. “Vamos, vamos Fabio, si está tan seguro,” dice Balvin. “Venga”.
Su mano se encuentra todavía en la cara de Fabio. Nadie en el séquito dice una palabra. Fabio vacila por un segundo, y se calma: “No tengo $ 250.000, así que no voy a apostar con usted”.
“Sí los tiene, porque sé lo lo mucho que usted gana de mis shows” murmura Balvin, y la mesa estalla en risas. Fabio sonríe un poco y el momento de tensión se desvanece. Una camarera trae una bandeja de croissants argentinos en miniatura. Dentro de un minuto, todos están hablando felizmente de las nuevas zapatillas de deporte que quieren comprar.

“Porque a veces voy pal del barrio y me pueden ver como el rico pero voy y comparto con el rico y me ven como el del ghetto. Percepciones.”
El cuarto de Balvin en Buenos Aires es lo más opulento que he visto, con varias habitaciones envueltas en terciopelo rojo y arte contemporáneo. Él está sentado en el suelo en lugar de en uno de los sofás de cuero. Descansando a su lado se encuentra una copia de “Cultura Mainstream”, un ensayo de sociología con longitud de libro sobre cómo los EE.UU. se ha posicionado para dominar la cultura pop mundial. Es evidente que su mente sigue pensando en la canción con Bieber. Tengo curiosidad, ¿Será que la colaboración es un intento de cruzar hacia el mercado anglosajón?
Él dice que no. Tal vez un día va a tratar de cruzar, pero eso no es realmente lo que le interesa en este momento. “Más que nada lo que actualmente quiero es seguir haciendo historia en español, poder invitar a mi mundo a estas personas que son tan mainstream y mostrarles lo que le estoy haciendo a mi sonido. Quiero que los artistas mainstream acepten que tengo un poder especial en la gente sin que tener que cantar en inglés. Tienen que respetar eso. Quiero que Rihanna coja su teléfono y me llame. Que los diseñadores más grandes del mundo me manden ropa como le mandan a Kanye. Algún día va a haber diseñadores que me mandarán su catálogo de Navidad, porque ellos respetan mi arte y yo la de ellos”.
La verdad es que Balvin no necesita el mercado anglosajón para tener éxito en una escala masiva. Hay 400 millones de hispanohablantes en todo el mundo, y tiene esa enorme base de fans al azar en Europa del Este. Sin embargo, no puede soportar el hecho de que a pesar de que hoy en día el 17 por ciento de los estadounidenses son latinos — un número que se proyecta que seguirá creciendo — Los artistas latinos en EE.UU. son tratados como si pertenecieran a una diferente y menor clase de cultura pop. Músicos compiten por separado en un Grammy Latino, y raramente son reconocidos por revistas influyentes de Estados Unidos o entrevistados en la televisión en Inglés. Ellos no reciben cameos en las películas de Hollywood. Un artista como Romeo Santos puede vender estadios completos varias noches consecutivas en Nueva York y ganar millones para las disqueras de Estados Unidos, y aún así una persona no latina de la calle nunca sabrá quién es.
Esa misma sensación de falta de respeto sin duda vino a la mente de Balvin en junio, después de que Donald Trump dio su ahora infame evaluación de los inmigrantes mexicanos: “Están trayendo las drogas, que van a traer la delincuencia, son violadores. Y algunos, supongo, son buenas personas”. En aquel entonces, Balvin había sido contratado para cantar en el certamen de Miss USA. Cuando se enteró que el concurso era propiedad de Trump Balvin canceló su show. Esto desató un efecto dominó entre las celebridades y empresas que cortaron sus lazos comerciales con el candidato.
“Yo me sentí muy ofendido por el comentario porque yo también trabajé ilegalmente en los Estados Unidos pintando casas y arreglando techos” me dijo Balvin. “Yo no era narcotraficante o violador como dijo él. También me consta que la gente trabajando conmigo era gente buena que trabajaba por un sueño. Luchando y luchando. No tenía que pensarlo dos veces. La dignidad no es negociable”.
Balvin se para y me ofrece una copa de Malbec. En la mesa de café cerca, mis ojos ven uno de esos libros de colorear para adultos que alivian el estrés. “Me gusta pintar mandalas, es mi hobby. Me gusta mucho. Me relaja”.
Balvin no se vierte vino a sí mismo. En cambio, se toma una taza de polvo de proteína con bayas, una receta de su entrenadora de salud. Ella vino a bordo, Balvin explica, después de una reciente serie de conciertos en los EE.UU., tras muchas horas de gira y muchos shows que lo dejaron sintiendo inestable. Mediante el control de su ejercicio y la dieta ella a logrado mantenerlo estable.
Y necesita el apoyo, dice Balvin. La noche anterior, cuando él no se sentía bien antes del espectáculo en Comodoro, dice que estaba a punto de tener un ataque de pánico.
“Cuando hay exceso de trabajo, recuerdo mi primer ataque de pánico que fue por exceso de trabajo y falta de sueño” Fue hace tres años, dice, mientras él estaba en un avión en Bogotá, cuando de repente sintió una sensación abrumadora de desesperación. “ Y fueron dos meses de un infierno que yo pensé que no se iba a acabar. Perdí las ganas de vivir. O sea, yo recuerdo que pasamos por muchos médicos, como alternativos de energética y todo eso, no me funcionaba. Me rehusaba ir al psiquiatra porque pensaba que era para locos y bueno resultó que estaba loco” dijo Balvin riéndose un poco.
El impulso incansable de Balvin para llegar a la cima, su indignación por el trato a latinos en los EE.UU., su obsesión con sus redes sociales, incluso después de su lucha con la salud mental–sospecho que todo está vinculado. Él le dice a sus seguidores que sigan soñando porque quiere que se sientan poderosos, y a la larga, porque él quiere sentirse poderoso también.
Al final de nuestra entrevista, le pregunté cuál es su mayor temor. “La muerte. Me da mucho temor morir joven porque tengo muchos sueños por cumplir.”

El concierto en Buenos Aires es el mayor espectáculo que Balvin ha tenido en Argentina, en la ciudad de legendario Luna Park. Cuando se dirige al escenario, me deslizo entre la multitud.
Lo están viendo, absortos, cantando junto con todas las palabras. Después de unos 15 minutos, hay una parte del espectáculo en el que Balvin canta freestyle, inventando rimas específicas para cualquier ciudad o país en que se encuentra. Él lanza en una línea sobre Francisco, que es argentino, y estalla una alegría. Más tarde, se va a retomar una guitarra eléctrica y reproducir aleatoriamente la intro de “Smells Like Teen Spirit”, que desconcertó a la audiencia en Nueva York, cuando lo vi tocar allí hace unos meses, pero aquí funciona maravillosamente. Todo es cuestión de contexto.
Hace algunos años, habría sido difícil conseguir que esta cantidad de miles de personas se presentaran a un espectáculo de reggaetón en Argentina, donde la música rock sigue siendo el rey. Mucha gente aquí se identifica más estrechamente con Europa que con América Latina, y la gente de dinero generalmente mantiene una distancia de todo lo que es considerado como de clase baja. Es poco probable que los niños de piel clara en esta audiencia paguen $50 para ver una banda de cumbia local de la villa, como son llamados los barrios pobres que rodean el núcleo rico de la ciudad. Pero que han pagado esta noche, y en este espacio, entre miles, el reggaetón que viene del escenario no representa la pobreza o la lucha o la oscuridad, como lo hizo una vez. Es música urbana presentada sin problemas urbanos, llena de sensualidad ritmo y diversión.
Eso es lo que sucede cuando algo local y específico se hace mainstream, el público se hace más grande y el significado cambia. De alguna manera, la música de Jamaica, se filtró a través de Panamá, los EE.UU., Puerto Rico y ahora Colombia, ha llegado en este vasto espacio para significar algo muy diferente a donde comenzó. El reggaetón convertido en pop que Balvin crea es para tal vez identificar a los latinoamericanos en un sentido más amplio. Tal vez es sobre la línea invisible que conecta los puntos entre los argentinos en esta sala hasta los colombianos en Medellín a los puertorriqueños en Nueva York y todo el pueblo arriba y abajo de las Américas que hablan español. La línea que conecta todos los pueblos de América Latina que son tan diferentes, y sin embargo comparten algo especial.
J Balvin termina su freestyle con la línea “orgulloso esta noche de ser latino” y pone su puño en el aire. A juzgar por su respuesta, la multitud se enorgullece también.
Después del espectáculo, Balvin se reclina contra una pared detrás del escenario y publica fotos de la multitud de esa noche en sus redes sociales. “Mira a todas esas personas”, se dice a sí mismo. Le da la mano a su promotor, le da las buenas noches a su banda, y camina hacia su van una vez más. A la mañana siguiente, se despertará temprano otra vez y volará sobre los Andes a Chile. Él conducirá hasta otro estadio en otro país lleno de jóvenes latinoamericanos que lo esperan, con su celular en mano, para cantar reggaetón.









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